
Este revés puede haber sido producto de una mala decisión. En lugar de invertir en la tecnología necesaria para implementar los pagos sin contacto, la idea era utilizar las propias tarjetas bancarias de chip de los usuarios. Pero desafortunadamente esas tarjetas bancarias no tienen tanta prevalencia en los viajes de MTA como para generalizar una opción de pago.
Esto ha dejado a la MTA con su actual sistema MetroCard, que se avejenta y resulta más costoso de mantener. Solamente la producción de las tarjetas representa unos 10 millones de dólares al año y las máquinas MetroCard son muy vulnerables al vandalismo. MTA espera reemplazar el sistema por uno nuevo dentro de tres a cuatro años y admite que el actual sistema MetroCard no será sostenible más allá del año 2019.